Ingredientes:
Harina, 1 taza (más o menos 200 gramos)
Polvo para hornear, 2 cucharaditas
Manteca fría, 60 gramos
Azúcar impalpable tamizado, ½ taza
Huevo batido, 1
Esencia de vainilla, 1 cucharadita
Ralladura de 1 limón
Baño:
Azúcar impalpable tamizado, 1 taza
Jugo de 1 limón (colado)
Agua caliente, 1 cucharada
1. Coloquen sobre la mesa la harina tamizada con el azúcar impalpable y el polvo para hornear. Apoyen la manteca sobre los ingredientes tamizados y córtenla con dos cuchillos, ¡hasta dividirla en granitos!
2. Únanle al granulado anterior el huevo batido, la esencia de vainilla y la ralladura de limón, mientras mezclan rápidamente con las manos hasta unir todo en un bollo tiernito. ¿Por qué tanto apuro? ¡Para que el calor de las manos no derrita los granitos de manteca! Debe quedar una masa tan tierna como una abuelita con cara de abuelita. Pongan la masa en un plato y déjenla un ratito en la heladera para que se endurezca un poco así y puedan estirarla sin que se pegotee (y sin agregarle más harina).
3. Estiren la masa sobre la mesa bien enharinada (con el palote también enharinado) y déjenla fina (de 3 milímetros, más o menos)... Ahora corten las rosquitas con un cortapastas. Si no tienen un cortapastas, fabríquenlas de este modo: recorten discos de unos 8 centímetros de diámetro, aproximadamente (usen un vaso, o una latita vacía, o cualquier otro elemento que sea útil). Luego, con una copita de licor (o con una tapa de botella de vino) quítenle a cada disco un pequeño disco central. ¡Habrán hecho rosquitas perfectas! Unan los recortes de masa, amásenlos, estírenlos y sigan haciendo más rosquitas.
4. Levanten cada rosquita con una espátula, para que no se deformen, y apóyenlas sobre placas enmantecadas y enharinadas. Cocínenlas en horno caliente hasta que estén sequitas y apenas doradas (10 minutos aproximadamente).
5. Mientras las rosquitas se enfrían, preparen así este baño azúcarado: pongan en un bol la taza de azúcar impalpable tamizado y agréguenle el jugo de limón. ¿Quedó una pasta demasiado pesada? Batan mientras le agregan, de a poquito, el agua caliente. Ahora sí: unten con este baño la superficie de todas las rosquitas, pónganlas sin encimar sobre la mesa... ¡y que nadie las toque hasta que estén bien secas! ¡La locura!...
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