Es
exactamente igual al arte de hacer economía en la cocina utilizando sobrantes:
nadie debe reconocerle. Bien lo dijo alguna vez algún rey de Francia: “Quien no sabe disimular, no sabe reinar”.
¿Quiere que le ayude a disimular esos restos de pollo asado que siempre
quedarán en la fuente mientras no salga al mercado un producto con pechuga
quíntuple? Quite los huesos y la piel a las presas que hayan quedado y pique la
carne en trozos no demasiado chicos. Mida dos tazas y mézclelas con 1 taza de
salsa blanca espesa, 1 cebollita picada y frita en manteca, ½ taza de queso
rallado, 2 cucharadas de perejil picado, 3 yemas, sal, pimienta y nuez moscada.
Una todo, agréguele suavemente las 3 claras batidas a nieve y vierta en
cazuelitas individuales, enmantecadas. Paso final: cocine a baño María en el
horno hasta que crezcan y la superficie esté bien doradita. Entonces sirva
acompañando con la salsa de champignon que más prefiera: o con una dosis
suficiente de imaginación. ¿Qué dice? ¿Qué si por casualidad no sé que esta es
la fórmula básica para cualquier soufflé? ¡Por supuesto! “La
casualidad es el Dios chico de los hombres”. ¿O no?
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