Mientras
nuestra industria de palotes para amasar siga “subdesarrollada” y no poseamos –
como las dueñas de casa estadounidenses – palotes en relieve para marcar
galletitas… ¡arriba la imaginación! Ensaye ante el espejo su mejor sonrisa y pídale
a su vecina – en lugar de media tacita de azúcar – uno de esos ruleros
grandotes, bien cuadriculados. (Si es excesivamente tímida o pulcra, cómprese
uno, cero kilómetro). ¿Lista? Entonces prepare esta deliciosa masa de
galletitas: mezcle 50 gramos de nueces peladas y molidas con 50 gramos de azúcar,
50 de manteca y 2 yemas y, cuando todo esté hecho una pasta, agreguele más o
menos 70 gramos de harina, hasta formar una masa blanda. (No le incorpore
demasiada harina pues se resecará y no podrá trabajarla). Ahora métala dentro
de una bolsita de polietileno y olvídese de ella, mientras vierte su cuota de lágrimas
diarias releyendo alguna poesía inolvidable: “Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. / Es tan corto el
amor, y tan largo el olvido…” (NERUDA). Ahora séquese los ojos, retire la
masa de la heladera y estírela sobre la mesa enharinada dejándola de ½ cm de
espesor. Entonces… ¡ya! Enharine bien el rulero gordo y hágalo rodar,
presionando sobre la superficie de la masa. Resultado: ¡un estampado perfecto!
Corte ahora las galletitas como se le ocurra (una los recortes y haga más) y cocínelas
en el horno hasta que estén sequitas y apenas doradas. ¿Pensó alguna vez en
bocado más rico para invitar con café a la visita realmente inesperada? (“Ah, déjame recordarte como eras entonces,
cuando aún no existías…”)
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