Masa
- Mezcle con las manos 50 gramos de manteca, ¼ de taza de azúcar y ½ taza de harina común. ¡No proteste porque le quedará un bollito miserable!
- Aplástelo un poco sobre la mesa enharinada, colóquelo en el centro de una tartera enmantecada y enharinada y, con la puntita de los dedos enharinados, vaya estirando la masa hasta forrar el molde en un espesor finito y parejo (como si fuera papel). No importa que no llegue completamente a los bordes del molde.
Relleno y cocción
- Tome un martillo y golpee salvajemente 2 tabletas de chocolate de 150 gramos, sin desenvolverlas. (Si las desenvuelve, tendrá que pasar la aspiradora para juntar los pedacitos).
- Derrita una de las tabletas golpeadas (150 gramos) con 100 gramos de manteca. Entibie.
- Bata 4 yemas con “casi” una taza de azúcar hasta que estén bien espumosas.
- Agrégueles el chocolate derretido y el otro chocolate, cortado en trocitos y sin derretir.
- Únale las 4 claras batidas a nieve y 2 cucharadas de harina, al ras. Mezcle suavemente.
- Vierta en el molde forrado con masa y cocine en horno caliente primero y moderado después, hasta que la torta esté firme, pero húmeda (Si se cocina mucho, se seca).
- Desmolde y deje enfriar. Colóquela un rato en la heladera, así los trocitos de chocolate que puso enteros, vuelven a solidificarse.
- Cúbrala con copitos de crema de manteca al chocolate perfumada con café y hágale una orla así de ancha con praliné de nueces triturado. Decore el límite del praliné en forma alternada, con copitos de chantilly, mitades de nueces y cerezas. ¡O cómasela así nomás, desnuda!
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