martes, 24 de septiembre de 2019

Bizcochitos de miel



La miel es un alimento legendario. Ya se la menciona en el Antiguo Testamento. Y los antiguos romanos y griegos aseguraban que era la bebida de los dioses (hidromiel o hidromel). La “miel salvaje” era la más comúnmente usada, ya que las abejas almacenaban la misma en los huecos de los árboles y de las piedras.

Según los que saben, en el siglo XIX se le ocurrió a un señor de Filadelfia llamado L. L. Langrstrom inventar una “colmena móvil”, lo cual permitió extender la producción de este alimento por una gran área (Se non e vero…).

Pero no sólo se utilizó la miel como alimento, sino también en medicina. Plinio aseguraba que, mezclada con aceite de pescado, curaba las llagas y las erupciones. Yo recuerdo un jarabe que nos preparaba mamá para curarnos la tos: 2 limones en rodajas hervidos en 1/2 litro de agua, todo bien colado y endulzado con dos cucharadas de miel.

¿Qué si la miel engorda? Saque cuentas: 100 gramos de azúcar equivalen a 385 calorías y 100 gramos de miel a 304. En cuanto a la cocina, recuerde: cuando hornee preparaciones a base de miel, cocínelas en horno suave, para que las preparaciones no se quemen (la miel hace que estas preparaciones tomen color rapidísimo) ni modifiquen su sabor.

Y, por si esto fuera poco, asegúrese de que sea “pura miel” y no esas que son “dudosas” y contienen parte de glucosa. Hace un tiempo aprendí en Cocineros Argentinos un dato de un apicultor conocido: tome una cucharada de miel líquida y levántela: al caer, si es pura, el “chorro” no debe cortarse. Ahora sí...¡a cocinar con miel!

Bizcochitos de miel

1.Primero, caliente 1/3 de taza de miel con 60 gramos de manteca y deje hervir unos minutos. Retire y entibie.

2.  Vuelque en un bol y súmele 1 huevo batido. Perfume con esencia de vainilla.

3.Tamice 3/4 de taza de harina, una pizca de sal, 1 y 1/2 cucharadas de azúcar y 1/4 de cucharadita de bicarbonato de sodio.

4.Añada los secos a la mezcla anterior.

5.Mezcle bien. Vierta la pasta en cucharaditas espaciadas, en una placa enmantecada y enharinada.

6.Cocine en horno caliente hasta que se noten sequitos.




Dulce de coco



Dicen los que saben que el “cocotero” (esa palmera que da un fruto grande como una pelota y cuyo carozo llamamos “coco”) fue una de las primeras plantas nacidas en una isla madrepórica: ¿Qué dije? ¡Una isla de corales, característica del Pacífico! Y seguramente desde allí sus frutos cayeron al mar, las olas se encargaron de hacerlos navegar millas y millas y terminaron germinando en otras islas o costas lejanas, convirtiéndose en milagrosos “colonizadores” aliados del paladar indígena.

Como la realidad muchas veces supera la fantasía… ¿por qué no creerlo? Lo cierto es que con la pulpa de la “nuez de coco” (lo que yo impropiamente llamé "carozo”) fresca o seca y rallada, como la consumimos generalmente nosotros, la cocina ha inventado innumerables golosinas y postres tentadores.

¿Cómo pelar un coco? ¿Vio que en un extremo tiene 3 lunares? Solo uno de ellos cederá a la perforación Tome un clavo y un martillo y vaya intentando perforarlos hasta descubrir cuál es.

Luego agite el coco sobre un recipiente para recoger el agua que contiene (no la tire, es riquísima). Con el mismo martillo junte fuerzas y… ¡parta el coco en pedazos!

Después, con un cuchillito, desprenda la pulpa de cada trozo de cáscara. Finalmente, ¡pele cada trozo quitándole la piel marrón! Y, si le quedan ganas, ensaye el “dulce de coco” que le doy hoy. ¿Qué nunca probó dulce de coco? Anímese. Yo sigo leyendo a Anatole France para que me dé ánimo: “Nunca emprenderíamos nada si quisiéramos asegurar por anticipado el éxito de nuestras empresas”.

Dulce de coco

1  Quítele la pulpa a un coco como le indiqué.

2. Ralle cada trozo “a pulmón” con el rallador de queso.

3. Pese la pulpa rallada y mida igual peso en azúcar y en agua (puede aprovechar el agua del coco).

4. Luego, ponga el coco rallado en un bol. Aparte haga un almíbar con el azúcar y el agua que pesó y súmele una chaucha de vainilla cortada a lo largo.

5. Cuando el almíbar tome punto de “hilo fuerte” viértalo sobre el coco y mezcle con cuchara de madera. Después de un rato, observará que el coco se beberá el almíbar y ¡listo el dulce!





lunes, 2 de septiembre de 2019

Mousse au chocolat





¡Gracias, Omarcitus!

María Curiosa Ser responsable





¡Gracias, Omarcitus!



Medallones de carne a la Villeroy





En gastronomía hay algunas salsas famosas a las que se las ubica en la categoría de “salsas madre”. Claro que los argentinos estamos acostumbrados a llamar “al pan pan, y al vino vino”. Por eso, a la salsa opaca de color blanco que entra en la composición de numerosos platos de la cocina familiar le decimos “salsa blanca”.

Dice la leyenda que la inventó el marqués Louis Bechameil, integrante de la corte del rey Luis XIV. Pero nosotros la escribimos así: “Salsa Bechamel”.  Por lo visto, la letra i quedó en la historia.

Con un simple agregado, la Bechamel origina otras salsas famosas. Por eso es una “salsa madre”. Por ejemplo, si a una bechamel (salsa blanca, ¡bah!), la enriquecemos con crema, parmesano, gruyere rallado y un poquitito así de manteca habremos hecho una “salsa Mornay”.

Como toda buena madre, la salsa blanca se mete en todo para ayudar a que las cosas salgan bien. Suele ser indispensable en soufflés y gratinados cremosos. O, con la adición de otros ingredientes, puede dar origen a distintos estilos de cocina: “A la Villeroy”, “A la Mornay”. ¿Hacemos la prueba? Rescate ese resto de peceto u otra carne cocida del freezer o la heladera, córtela en rodajas de 1/2 cm de espesor y prepárese para “vestirlas” a la Bechamel.

Medallones de carne a la Villerroy

1. Prepare una salsa blanca con 6 cdas. de harina, 2 tazas de leche fría y 6 cdas. de manteca.

2. Condimente con sal, pimienta y nuez moscada.

3. Añada 2 yemas.

4. Pase la carne fría por la salsa caliente, hasta formar una capa respetable de ambos lados.

5. Apoye sobre pan rallado y reboce también de ambos lados. Lleve los medallones a la heladera hasta que se enfríen. Páselos por huevo batido, rebócelos nuevamente con pan rallado y dórelos en aceite caliente. ¡Glup!