No se haga ilusiones… ¡Nada que ver con los deliciosos
alfajores que se elaboran allá! Se trata de una masa que me enseñó a hacer
Rossana, una amiga marplatense que de cocina sabe tanto como de peinados… y que
a mí se me ocurrió usarla para inventar unos alfajorcitos que realmente
resultaron “fuera de serie”. Y además, una fórmula facilísima para aprenderla
de memoria: ¡Igual peso de azúcar, manteca blanda y harina leudante!
Ingredientes
Manteca blanda, 100
gramos
Azúcar (la de molido más
fino que encuentre…), 100 gramos
Harina leudante, 100
gramos
Esencia de vainilla, 1
cucharadita
Varios
Dulce de leche de repostería
Glasé real liviano
Preparación
1. Ponga sobre la mesa la harina, el azúcar, la
esencia y la manteca.
2. Mezcle con las manos de modo que el calor de las
mismas una todo en un bollo tiernísimo.
3. Tome una porción de masa y sobre la mesa bien
enharinada (¡el palote también!) estírela fina, más fina… ¡finísima! dejándola
del grosor de una hoja de papel.
4. Despegue la masa de la mesa con una espátula.
5. Recién entonces recórtela en discos de unos 5 cm
de diámetro.
6. Levante cuidadosamente los discos con una espátula
y, a medida que lo haga, vaya
acomodándolos sobre una placa forrada con papel manteca o cualquier
papel blanco.
7. Cocine los discos en horno caliente de 3 a 4
minutos. Espíe de a ratos, pues ¡en un segundo pueden tostarse demasiado o
quemarse!
Apenas los vea suavemente tostados ¡retire enseguida la placa
del horno y déjelos enfriar en la misma! Recién entonces despéguelos
cuidadosamente con espátula (son más frágiles que un discurso político en
víspera de elecciones). Siga cocinando del mismo modo otras tapitas, hasta
terminar con la masa.
Terminación
1. Una vez cocida las tapitas, únalas de a dos con
dulce repostero en el medio. Unte los discos con mucho cuidado (¡manos de
hada!) pues son muy frágiles.
2. Cuando haya armado los alfajorcitos, ponga el glasé
real liviano en una manga con boquilla finita y en la superficie de cada uno
haga un garabato de líneas cruzadas, como si le temblara el pulso… Deje secar
el “adorno” y… ¡a la carga!
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