¿Cuántas veces le dieron ganas de tomar mate con factura y la panadería estaba cerrada? ¿Y cuantas veces estaba abierta y no le alcanzaba para comprar ni un sacramento? Estas rosquitas están inventadas especialmente para que usted – con lo que tiene en su casa – (salvo que sea paupérrima de solemnidad) se dé el gusto de comer algo rico y rápido de hacer. Y no ponga esa cara cuando se entere de que se trata de rosquitas fritas. ¡No les queda ni un poquitito así de aceite!
1) Ponga en la batidora 1 huevo, 3 cucharadas de azúcar, ½ cucharada de agua, la ralladura de 1 limón y 1 cucharadita de polvo para hornear. Y bata hasta que todo esté bien pero bien cremoso y espumoso.
2) Agréguele ahora, de a poquito, 3 cucharadas de aceite. ¡Y siga batiendo!
3) Ahora deje de batir, retire el bol de la batidora y agregue a la mezcla 1 cucharada de vinagre y 6 cucharadas gordas de harina común. Mezcle hasta obtener una pasta bastante pesadota.
4) Enharínese las manos (antes, láveselas…), tome una porción chica de masa, haga un choricito y una los extremos formando la rosquita.
5) A medida que haga las rosquitas (enharinándose cada vez las manos) fríalas en suficiente aceite caliente hasta dorar de ambos lados.
6) Escúrralas e, inmediatamente, revuélquelas por azúcar molido. ¿Qué tal? “Huye de los elogios, pero trata de merecerlos” (Fenelón) ¡Glup!
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