“Precisamente
porque el Destino es inmutable, la suerte depende de nosotros mismos”. Esta
solemne frase de Andrés Maurois también pudo decirla su marido todos los
domingos frente al tradicional plato de pastas, o cualquier salchicha
sentenciada a tuco. ¿Ayudamos a la suerte con un poco de imaginación? Compre ½
kilo de salchicha como si se dejara empujar por la rutina: pero no, córtela en
trozos, anchos, como milanesas, y tirelas en agua hirviendo, un minuto, para
que suelten la grasita. Ahora escúrralas y quite a cada trozo la piel. Por otro
lado, sazone con apenas de sal y mucho de pimienta 8 bifes finitos, acomode en
cada uno un trozo de salchicha y arrolle igualito como si armara niños
envueltos. (Atraviese cada extremo con dos palillos para evitar que se
transformen en desenvueltos). Y fríalos despacito en 100 gramos de manteca
hasta que estén bien doraditos, y agrégueles unas cuantas hojitas de salvia, y
cuando se forme un fondo de cocción oscurito ahóguelos con un buen vaso de vino
blanco seco. Lo demás, simplísimo: tape, deje cocinar a fuego lento hasta que
estén tiernitos y, en el momento de servir, quite a la salsa el exceso de grasa
y enriquézcala con un pote de crema. Pruebe (¿vio qué delicia?). Sazone
nuevamente si fuera necesario y sirva los niños colando sobre ellos la salsa y
– si quiere – acompañándolos con papas fritas a la cucharita. ¿Qué le parece?
¿Qué a todos les gustará pero dirán que no es mucho para un domingo? Pídale
prestado a Voltaire esta frase: “El
exceso de placer no es placer”.
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