Esta receta no la sabe hacer ni mamá. Son una
especie de masitas que parecen tan finas y delicadas como bombones. Además, tan
lindas como las de confitería, y tan fáciles… ¡que nadie va a creer que las
hiciste tu solita!
Se
procede así:
1. Como siempre, poner en un bol 100 gramos de manteca (½ pan de los
grandes) y batirla con 2 cucharadas colmadas de azúcar (¡nada más!) hasta que
todo esté cremoso (como chocolatín olvidado en el bolsillo).
2. Agregarle sin miedo 1 taza de nueces molidas (o licuadas, o
aplastadas con el palote) y 1 taza (la misma cantidad) de harina. Amasar bien
con las manos hasta formar un bollo liso.
3. Tomar porciones chiquitas de la masa y, siempre con las manos
limpias, darles forma de bolitas del tamaño de una nuez (así, chiquitas, quedan
más delicadas).
4. Colocar las bolitas sobre una placa enmantecada y enharinada (no
hace falta ponerlas muy separadas, pues como no llevan polvo para hornear no
crecen). Y aunque no lo creas, cocinarlas en horno muy suavecito durante 40 minutos (no deben dorarse, sino secarse,
como bollitos vulgares).
5. ¡Y ahora sí que viene el toque mágico que convertirá los bollitos en
bombositas! Apenas pasen 40 minutos, sacarlos del horno y, así calientes (pero
sin quemarse), tirarlos en una fuente honda donde haya azúcar impalpable. Revolcarlos
sin miedo hasta que el azúcar se adhiera, formando una capita azucarada
deliciosa. Eso sí: sólo cuando estén fríos probarlos y convidar. ¡Primero a mamá!
Una
vez más… ¡GRACIAS, SUSANA!
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