- Se trata de unos “scones” saladitos, parecidos a todos los “scones”, pero…
- … que no llevan nada de huevo, ni nada de manteca y además, ¡no se amasan!
- Para hacerlos, coloca en un bol 1 taza de harina leudante. Haz un hoyo en el centro y echa allí un poquito de sal, 2 ½ cucharadas de aceite y 7 ½ cucharadas de leche. Entonces…
- … mientras echas la leche, revuelve con un tenedor hasta que se forme un pegote bastante horrible que se desprenda del bol. Tan… tan fácil, ¡que hasta podrás hacerlo tranquilamente con los ojos cerrados!
- Entonces vuelca el pegote sobre la mesa bien enharinada, y con las manos también enharinadas dale unas palmaditas hasta dejarlo de 2 cm de espesor. Luego corta la masa en discos (usa un cortapastas chico, enharinado, o una copa, o una latita). ¿Qué quedan chatísimos? Aquí viene el secreto.
- Toma cada tortita entre las palmas de las manos bien enharinadas y, apoyándola sobre la mesa, hazla girar entre las manos a fin de que crezca en altura. Una vez moldeados todos los “scones”, colócalos en una placa aceitada y enharinada y cocínalos en horno requetecaliente no mas de 15 minutos (si se doran antes, sácalos antes). ¿Quién dijo que los chicos son incapaces de contribuir a la economía familiar? ¡Vivan los niños en su Día!
Versión 2:
¿Cambiamos de tema? Aquí tiene una solución rápida para enriquecer la merienda de los chicos (o el vinito de los grandes): ¡scones salados! Tamice sobre la mesada 2 tazas de harina junto con 4 cucharaditas de polvo para hornear y 1 cucharadita de sal. Entonces agréguele 50 gramos de manteca o margarina bien fría y córtela con dos cuchillos hasta convertirla en granitos. Ponga entonces el granulado en un bol y revuelva mientras le agrega ¾ de taza de leche. (¿Se dio cuenta que no lleva huevos?) Hecho esto, vuelque la mezcla sobre la mesada y sin amasar, aplaste el bollo con la mano, sobre la mesa enharinada, hasta dejarla de 3 mm de espesor. Corte la masa entonces con un cortapastas de 3 ó 4 cm de diámetro (o vaso o tapa o lata o el sustituto que encuentre!), acomódelos sobre placas enmantecadas, pínteles la frente con huevo batido y cocínelos en horno caliente hasta que crezcan y doren, pero teniendo cuidado que no se resequen. ¿Qué tal si los sirve tibios, partidos por la mitad, untados con manteca y rellenos con queso y ananás? Nada original, lo sé; pero… “¿Qué disparate habrá que ya no se haya dicho en verso o prosa?” (Juan Valera). ¡Glup!
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