Según una nota periodística que leí el otro día en una revista de actualidad, deberíamos comer por lo menos 100 gramos de avena por día, pues este cereal tiene la magia de bajar los niveles de colesterol (el “colesterol malo”, se entiende…). ¿Qué cree usted que se me ocurrió hacer después de dicha lectura? ¡Adivinó! Buscar dos recetas realizadas a la medida de nuestras necesidades y de nuestro paladar, para comer sin culpa cosas ricas: unos bomboncitos de avena arrollada (quaker… ¡bah!) sin cocción, archiconocidos pero de los cuales siempre nos olvidamos la receta; y una especie de pan oscurito para dejar descansar al pan blanco común.
¡Ahora o nunca! “El que no quiere cuando puede, no podrá cuando quiere”, (R. Burton) ¡Glup!
Cuadraditos de avena
1) Coloque en una cacerolita 200 gramos de manteca (perdón: margarina, si es lo único que le dejan usar), 2 tazas de te de azúcar, 2 tazas de avena arrollada molido grueso, 1 taza de té de cacao dulce y 5 cucharadas de leche.
2) Revuelva continuamente sobre el fuego hasta que la manteca se derrita.
3) Forre entonces un moldecito tipo budín inglés Nº4 con papel impermeable (el fondo nada más).
4) Unte el fondo del molde con una capa de crema de avena dejándola de 2 mm de espesor.
5) Tape la crema con una capa de galletitas tipo “criollitas” (o parecidas).
6) Unte las galletitas con otra capa de la crema.
7) Repita el procedimiento hasta terminar con una capa de la crema de avena y cacao.
8) Coloque el molde en la heladera por lo menos 4 horas, hasta que esté bien firme. O déjelo de un día para otro.
9) Desmolde, retire el papel, corte en cuadraditos o rectángulos y sirva en pirotines.
NOTA: Si quiere enriquecer esta fórmula, agréguele a la crema 2 cucharadas de cognac; disminuya la avena a 1 taza y ½ y agréguele ½ taza de nueces molidas. ¡Epa, epa, epa! ¿Dónde quedó el régimen?
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