¿Sueña usted con esas tortas húmedas de
chocolate, cubiertas con un baño desparejo, impresas a todo color en las
revistas extranjeras? (“Sea moderado tu sueño:
que el que no madruga con el sol, no goza del día”. CERVANTES). Lo dijo la señora
de al lado: La mejor forma de humedecer algo es agregarle agua… (“La verdad por encima de todo, incluso de
la Patria. Todo ciudadano viene obligado a morir por su Patria; nadie está
obligado a mentir por ella”.
MONTESQUIEU). Esta torta de chocolate que le voy a contar, lleva una proporción
de agua equivalente a un buen chaparrón. ¿Lista? Derrita en el horno (para que
no se queme) 70 gramos de manteca y 1 tableta de chocolate familiar (6 ó 7
barras). Cuando esté tibia la mezcla, agréguele 1 huevo, bata bien e incorpórele,
revolviendo: 1 taza de agua hirviendo y esencia de vainilla. Aparte, mezcle 1
taza de azúcar con 1 taza y ½ de harina y 2 cucharaditas de polvo para hornear.
Así las cosas agregue los ingredientes secos a los húmedos, en dos o tres
veces, batiendo bien después de cada adición. Finalmente, lo de costumbre:
vierta el batido en un molde enmantecado y enharinado y hornéelo hasta que esté
cocido pero no seco. (“La costumbre es
la gran guía de la vida humana”). En cuanto al baño, simplísimo: azúcar impalpable,
unas gotas de limón y apenitas de agua caliente hasta formar una crema para
tirar en el centro de la torta y dejar que caiga despareja. ¡Por supuesto que
esta torta durará justo el tiempo de llevarla a la mesa! Pero resígnese
imitando a Terencio: “Las tortas
(los pueblos), como los astros, tienen
derecho al eclipse”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario