A veces – y eso que no acostumbro a tomarme
un whisky antes de dormir -, tengo pesadillas…
Esta vez soñé que estaba por nacer y que
una mano poderosa nos ponía un sello en la espalda antes de tirarnos a la
Tierra.
¿Qué decían esos sellos?
Marcaban nuestro destino.
-
Vos serás poeta…
-
Vos serás jardinero…
-
Vos serás sabio…
¿Y a mí qué me tocó en suerte?
-
¡Vos serás cocinera!
Por supuesto que de ese destino me enteraría
con el correr de los años. ¿Quién es capaz
de leerse la espalda? Siempre metida adentro de esa pesadilla delirante, corrí
a ducharme para cambiar mi suerte. Pero cuanto más frotaba mi espalda, más reluciente parecía
el sello que me habían estampado. ¡Y yo que soñaba con ser humorista, dibujante, caricaturista!... Recordé
enseguida esta frase: “No labra uno su destino… ¡Lo aguanta!”. Entonces corrí a
la cocina a ensayar una nueva receta de bizcochitos. Diría La Fontaine: “A
menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo”.
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