miércoles, 18 de mayo de 2011

Mostaza casera



Desde tiempos inmemoriales la mostaza ha sido utilizada tanto en medicina (de su nombre: “Sinapis” derivaron los “sinapismos”) como en la gastronomía. Según cuentan los que saben, fue la señora Clements de Durham (Inglaterra) a quien en 1760 se le ocurrió machacar semillitas de mostaza y fabricar un polvillo tentador para sazonar, sin duda, su “Yorkshire pudding” de todos los domingos… Las semillas de mostaza – insignificantes pero con grandeza bíblica – siempre me parecieron granos de pimienta del subdesarrollo… Las hay blancas o amarillitas, negras y rojizas. La industria internacional supo explotarlas reduciéndolas a polvo o preparándola en pasta con la adición de diversos líquidos y aromatizantes, dando lugar así a diferentes sabores: mostaza francesa (humectada con mosto de uva y aromatizada con hierbas y cúrcuma), mostaza inglesa (en polvo), mostaza de Dijon (con un aroma y sabor particular, especialidad de la Bourgogne)… Los granos enteros, también se utilizan para aromatizar pickles o diversos chutneys. Si usted quiere preparar su propia mostaza, le acerco esta receta: remoje 60 gramos de mostaza en polvo con apenitas de agua (si es muy picante use agua hirviendo) y luego mézclela con ½ cucharadita de sal, ½ cucharadita de azúcar (optativo) y agua o leche agregadas de a poquito, hasta obtener una pasta lisita y espesa. Para mayor suavidad puede usar crema. Aunque lo más común es diluirla con vinagre o mosto de uva. Si prefiere usar leche o crema prepare pequeñas porciones sólo para uso diario. Aunque, entre nosotras… ¿verdad que es más práctico entrar en un supermercado, calarse los anteojos de ver de cerca, leer las fórmulas de las distintas etiquetas y elegir la que más nos guste? Hoy le doy la razón a Eugenio D’Ors: “Basta mirar algo con atención, para que se vuelva interesante”. ¡Glup!

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