viernes, 30 de agosto de 2019
Mermelada de peras
¿Cuando se empieza a envejecer? He escuchado varias frases como éstas: “Uno envejece cuando comienza a arrastrar los pies”; “Cuando se pone rezongón”; “Cuando el almacenero le pregunta: ¿Qué quiere, abuela”; o cuando pasa toda la noche despierto.
¿Mi opinión? Yo empezaré a envejecer cuando ya no tenga ganas de hacer cosas. Cuando me conforme con vivir de recuerdos. Cuando la indiferencia desaloje al entusiasmo. Cuando me siente a esperar lo que nunca quisiera que llegue. Cuando sea incapaz de gritar, convencida: “¡Todavía soy capaz de sentir! ¡Todavía soy capaz de pensar! ¡Todavía soy capaz de querer! ¡Todavía soy capaz de luchar! ¡Todavía soy capaz de dar!” Lo dice mejor el poeta Alfredo Meloni: “Una racha de viento, poderosa y aleve/ al borde del camino lo tumbó para siempre. / Caído y todo vive. Hunde en la oscura tierra/ con avidez, las cuatro raíces que le quedan. / Y echa al aire sus cuatro flores redondas, amarillas/ como para decirnos que vive todavía…”.
¿Cambiamos de tema? Hoy rescato a las peras que, aunque no pueden competir en popularidad con las manzanas, pueden reemplazarlas en toda clase de preparaciones dulces como la “Tarta tatín” o las “Persianas de hojaldre”. Eso sí: si quiere hacer repostería con ellas, elíjalas “pintonas”, con la pulpa firme, sin que hayan llegado al punto de maduración. Si bien no son aptas para hacer jaleas por su escasa cantidad de pectina pueden convertirse, en cambio, en deliciosas mermeladas. ¿Probamos hacer una mermelada de peras para la hora del té?
Mermelada de peras
1. Pele 1 kilogramo de peras “pintonas” (no maduras), quíteles las semillas y córtelas en trozos.
2. Póngalas en una cacerola, cúbralas con agua y lleve al fuego.
3. Hiérvalas hasta que estén tiernas.
4. Cuélelas y reserve el agua. Pese las peras y resérvelas. Ponga en otra cacerola igual peso de azúcar y, por cada 1/2 kilogramo medido, 1 taza del líquido donde hirvieron las peras. Lleve al fuego hasta que el azúcar se disuelva. Agregue las peras y cocine a fuego suave, revolviendo cada tanto, hasta obtener una mermelada de locura.
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