Por lo general cuando entramos en la
cocina lo hacemos siempre con gran optimismo: queremos triunfar. “Los que se acuerdan del pasado están condenados
a repetirlo” (SANTA ANA). Esta vez ponga el pie en la cocina convencida de
que las galletitas que hará, si bien ricas de sabor, serán duras como piedra. Y
no corra a buscar los anteojos creyendo que ha leído mal. Fenelon me agradecería:
“Nunca encontré quien me amase lo
suficiente para desagradarme diciéndome la verdad desnuda”. ¿Sabe por qué
quiero darle la fórmula? Porque es bárbara para recortar en forma festiva,
decorar con glasé o azúcar coloreada (unas gotas de colorante vegetal sobre azúcar
molida, bien frotada entre las manos, obra el milagro), pegarles detrás (con glasé)
una cintita y colgar del árbol de Navidad o inventar con ellas un móvil comestible. “Para qué sirve un niño recién nacido?...
Pero llegará a ser un hombre…” Bata ½ taza de manteca con ½ taza de azúcar y,
cuando esté cremosa, mézclele: ½ taza de miel (o melaza oscura), ¼ de taza de
agua, 2 tazas y ½ de harina, ¾ de cucharadita de sal, ½ cucharadita de
bicarbonato de soda, un poco de jengibre, un poco de nuez moscada, un poco de
lo que quiera… Y no vuelva a buscar los anteojos porque la masa debe quedar así:
blanda, como si le faltase harina. ¿Cree o no cree en mí?... “Que todo es fácil si en la fe se fía…
(ARGENSOLA). Ahora abra la heladera, coloque la masa dentro y olvídese de ella por
2 ó 3 horas mientras se divierte buscando nuevas definiciones en el “Diccionario
del Diablo”, de Ambroise Bierce: sobre: “ataúd de un documento; vaina de una
factura; cascara de un giro; camisón de una carta de amor…” ¿Pasaron las 3
horas? Estire finito la masa sobre la mesa enharinada, enharinando el palote también,
y recórtela como quiera, con una sola condición: que lo haga ligero, tocando
apenas la masa, para evitar que el calor la ablande demasiado. Si esto
ocurriera… ¡a encerrarla en la heladera por otro rato! Si sólo quiere hacer
galletitas para guardar, a medida que las corta aplástelas sobre azúcar molida
y así, con la parte azucarada hacia arriba, cocínelas en horno bien caliente
hasta que estén sequitas. Si las va a decorar, cocínelas desnudas y luego haga
de las suyas con glasé real, chocolate cobertura y todo lo que su imaginación le
dicte. “La imaginación es un laboratorio
donde se fabrica todo a nuestro gusto”.
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