Cuando yo digo que “Doña Benita cocina como los ángeles”,
es porque creo que los ángeles son tan livianitos como las fugazzetas que ella
prepara y que Cito – su benjamín – devora por docenas. ¿Qué en qué consisten
las famosas “fugazzetas”? Simplemente: unos pastelitos fritos inflados, de
queso, hechos con masa finísima como la del Strudel, que resultan más ricas
cuanto más se quema uno comiéndolas y empujándolas con vino de la mejor
cosecha. (“La vejez no es soportable sin
un ideal o un vicio”. DUMAS) ¿Las hacemos? Ponga sobre la mesa en forma de
corona (aunque estas fugazzetas tengan alma de proletarias) 2 tazas de harina (tamaño
té). Coloque en el centro un poco de sal, 1 cucharada de aceite y más o menos 1
taza de agua tibia (tamaño té) como para formar una masa blandita y elástica que
dejará descansar tapada un buen rato, mientras tira por unos segundos la
zapatilla al techo releyendo a Almafuerte: “Nadie
podrá decir: yo soy el pleno / yo soy el intachado de seguro; / pues el que
quiera conservarse puro / muchas veces tendrá que no ser bueno…” Vuelva
ahora a poner los pies sobre la tierra ¡perdón!, la masa sobre la mesa y estírela
finita como papel de calcar. Entonces, sí: corte unos discos del tamaño de un
plato de postre y otros 1 cm más chicos. Sobre los grandes, en el centro,
acomode trozos de queso fresco. Pinte alrededor con clara de huevo y doble el
borde sobrante hacia adentro, presionando pero sin hacer ningún repulgo grueso.
Una vez todas hechas… ¡ATENCIÓN! Fríalas en abundante aceite caliente colocándolas
“panza abajo”. Y mientras se fríen, vaya bañándoles las espaldas con la
fritura, usando para ello una cucharita, hasta que la masa se infle bien (las
fugazzetas siempre me parecieron pastelitos embarazados) y los comensales se
peleen por hincarles el diente. Hágalas ya. “Llegar joven es llegar dos veces.” ¡Glup!
No hay comentarios:
Publicar un comentario