Y aprovechando la transición entre el
verano y el otoño, compraré las últimas uvas dulcísimas para guardarlas, como
hacía mamá, en un frasco de boca ancha, espolvoreadas con azúcar y cubiertas
con aguardiente, u otra bebida blanca. Recuerdo que la etiqueta del frasco decía:
¡prohibido probar de aquí a 2 meses!
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