Mucha paciencia se necesita para hacer esta golosina, pues, al principio, todo parece un fracaso (el azúcar se separa del maní); más luego, a fuerza de esperar y revolver; y de revolver y esperar, ¡se alcanza el éxito! “El genio no es más que una larga paciencia…” ¿Lista? Ponga en un recipiente de cobre (yo usé la “caquelón”) 3 vasos de maníes crudos (cómprelos en cualquier semillería o casa dietética) junto con 2 vasos de azúcar, 1 vaso de agua y un chorrito de vinagre para que no pierdan el color. Entonces deje hervir primero a fuego fuerte revolviendo rápidamente con cuchara de madera. Cuando el agua esté casi casi evaporada, baje el fuego a mínimo, perfume con esencia de vainilla y siga mezclando - ¡sin parar! – hasta que el azúcar se azucare, cubra los maníes, estos se sequen bien y queden convertidos en… ¡garrapiñadas! Mi amiga Clara de Hess me enseñó otro secreto: cuando hierven despacito, ella agrega a los maníes 3 cucharadas de cacao a fin de acelerar el proceso y acentuarles el color a las garrapiñadas… ¡Gracias Orlando por esta clase magistral! ¿Qué si me salieron igualitas que las compradas? Hmmmm… Yo que usted no cambio de costumbres…
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