Con esta fórmula podremos hacer las tartas de la fruta que se nos ocurra. He aquí mi versión libre: haga una masa crocante para tartas (insisto con la misma: 100 gramos de manteca, 1 yema, 2 cucharadas de vinagre, 3 cucharadas de azúcar y “casi” 1 taza de harina común) y forre un molde tamaño normal (… de diámetro). Entonces espolvoree el fondo de la masa cruda con 15 gramos de gelatina con sabor a fruta (yo use de bajas calorías para tranquilizar mi conciencia); o menos, de gelatina en polvo sin sabor. Sobre la gelatina disponga tajaditas de la fruta de estación que mas le guste (mi primer ensayo fue con duraznos amarillos; el segundo, con cerezas descarozadas. Fin… ¡y principio de mes!). Entonces espolvoree las frutas 3 cucharadas de azúcar y cocine en horno moderado hasta que la masa este doradita y crocante. Una vez a punto, deje enfriar la tarta en el molde y luego póngala en la heladera para que la gelatina, en contacto con el jugo que soltó la fruta, se solidifique y haga una “base” perfecta. ¡Allá usted si quiere acompañar cada porción con un copo de crema batida! ¿Qué cómo queda? Convide a un alemán y traduzca su respuesta: “Siempre he creído que lo bueno no era sino lo bello puesto en acción”. ¿Qué espera para hacerla?
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