viernes, 29 de agosto de 2014

El punto del merengue






Para mi “saber cocinar” significa conocer al dedillo aquellas recetas básicas que a menudo asoman la nariz en montones de fórmulas y que, si no las conocemos, no podemos avanzar.
Por ejemplo, si quiere hacer un lomo a la Wellington, ¡no va a tener más remedio que aprender a hacer masa de hojaldre! ¡Qué trabajo!
Y si se le ocurre hacer sorrentinos para agasajar el domingo a su familia… ¡tendrá que aprender a hacer el pegote de la masa bomba!
¡No tenga miedo y anímese a hacer merengue!
No ponga esa cara.
Nada es difícil en cocina si se cuenta con una receta que le explique, “con ademanes”, todos los secretos escondidos de la elaboración.
Si nunca hizo merengue o le salieron mal, prepárese para alejar todos los miedos del aprendizaje.
¡No más fantasmas que le conviertan los merengues en chicles!
Juntas destruiremos prejuicios y descubriremos el mejor modo de hacer las cosas muy bien y saber aplicarlas para enriquecer indefinidamente el recetario que quiera.
¿Qué a pesar de todo, a veces las cosas no nos salen como queremos?
No importa, sigamos adelante.
Ensayo, error y rectificación.
Vuelta a empezar…
Y así…
Si papá viviera recitaría, como lo hacía cotidianamente, el soneto de Almafuerte que dice:
“No te des por vencido ni aun vencido,/ No te sientas esclavo, ni aun esclavo, / trémulo de pavor, piénsate bravo,/ Y acomete feroz, ya malherido.
¿Sabe cuál es el título del soneto? Piu avanti. Avancemos entonces, siempre, contra viento y marea.
“El que no se equivoca nunca, es el que nunca hace nada” (W.C. Magee).





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