Una receta que me enseñó una amiga. Archívela que es infalible…
Ingredientes
1 taza de harina
1 cucharada de aceite (y cantidad necesaria para freír)
sal, a gusto
agua tibia, c/n
queso fresco, c/n
Preparación
- Coloque la harina sobre la mesa y hágale un hueco en el centro.
- Coloque allí 1 cucharada de aceite y sal a gusto.
- Mezcle todo mientras le incorpora la cantidad de agua tibia necesaria como para unir todos los ingredientes en un bollo tierno, que no se pegotee.
- Trabaje la masa sobre la mesa (agregándole un poquito más de harina si fuera necesario) hasta lograr que quede bien lisa y elástica.
- Tápela flojamente y déjela descansar ½ hora sobre la mesa.
Armado y cocción:
- Estire la masa por partes hasta dejarla fina como para un strudel.
- Recorte en discos de 2 tamaños, unos ½ cm más chicos que los otros (siga estirando el resto de masa por parte y recórtela de igual forma).
- Coloque en el centro de los discos más grandes un trozo de queso fresco.
- Tape el queso con los discos más chicos y presione bien.
- Levante los bordes del disco grande y dóblelo hacia adentro, como si estuviera marcando un dobladillo (“La imaginación es la loca de la casa”…).
- Ponga suficiente aceite en una sartén y caliéntelo bien.
- Ponga a freír las “fugazzetas”, sin encimar, y con el dobladillo hacia abajo.
- Mientras se fríen, báñelas constantemente con aceite utilizando una cuchara, pero… ¡ni se le ocurra darlas vuelta!
- En cuanto la masa se note cocida y las fugazzetas se inflen sacando panza… ¡escúrralas y sírvalas enseguida! Deben comerse apenas escurridas, antes que la panza se desinfle… ¡y la cerveza se caliente!
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