A mis amigas puedo contarlas con los dedos. Y allí, montada en mi pulgar, está Mariana con su larga cadena de recuerdos que arrancan de la escuela primaria. Cualquiera que lo haya pensado estuvo en lo cierto: "La amistad sincera se nutre de recuerdos; y la interesada, de esperanzas". Sin embargo, cada vez que voy a visitar a Mariana, me preparo para una buena cosecha. "Toda hierba se conoce por la semilla". (DANTE). Esta vez se trata de un postre-verdad. "El lenguaje de la verdad es absoluto y siempre sencillo". (A. MARCELINO). Acaramele una asadera (capacidad: un peceto sentado y 10 papas de pie) y acomode sobre él 1/2 kilo de bizcochos vainilla "panza abajo". Pínchelos un poco y, si yo estoy invitada a comer, rocíelos con whisky. De lo contrario, con lo que encuentra en el bar. ("La vanidad es cien veces más costosa que un vicio"). Ahora unte todas las espaldas de las vainillas con una buena capa de dulce de leche. Y, por último, cubra el revoque con un flan doble preparado con 1 litro de leche. Lo demás, lo hace el baño María al horno. Lo de menos, es servirlo como lo sirve Mariana: una vez frío, en lugar de desmoldarlo, cúbralo totalmente con una capa de crema chantillí y salpíquelo con nueces. Después, córtelo en generosos cuadrados que no dejen ver ni la guarda del plato. Muchos creerán que están comiendo un postre con bases de flan; otros, que están ante una variante deliciosa del budín de pan. Mientras todos discurren, usted apresúrese a comer su porción y repetir: "Bienaventurados los que no hablan porque ellos se entienden!" (FIGARO).
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