Las mujeres a veces tenemos tiempo de sobra para encender el horno y entregarnos horas y horas a esas recetas que entibian toda la casa inundándola de “olorcito a casero”. Otras veces en cambio, recurrimos al calor de la hornalla y a la vajilla especialmente diseñada para desentendernos de la cocción y lograr, igualmente, excelentes resultados. Las dos posturas son dignas de aplauso: no deshumanizar la cocina. Por más simple que sea, un plato “hecho en casa” contiene un mensaje de amor que no se puede comprar con tarjeta…
- Pancitos de leche
1) Ponga en un bol 25 gramos de levadura prensada y 1 cucharadita de azúcar. Aplaste dichos ingredientes con un tenedor, hasta que la levadura se licue (se ponga pastosa… ¡bah!).
2) Agregue a la levadura 375 cc de leche tibia y 1 huevo batido.
3) Aparte, vuelque sobre la mesada ¾ de kilo de harina, agréguele 60 gramos de manteca y córtela con dos cuchillos hasta convertir todo en un granulado.
4) Incorpore este granulado en el bol donde esta la mezcla de levadura y mezcle con la mano abierta hasta obtener un bollo que se desprenda del bol. (Agregue más harina si fuera necesario).
5) Vuelque el pegote sobre la mesa enharinada y amáselo hasta obtener un bollo liso.
6) Póngalo en un bol, tápelo y déjelo leudar en sitio tibio.
7) Moldee la masa en pancitos y acomódelos sobre placas enmantecadas. Deje leudar nuevamente hasta que estén bien hinchaditos.
8) Píntelos con huevo batido y cocínelos en horno caliente, hasta dorar. Al retirarlos, píntelos con manteca derretida.