1) Enfríe vasos anchos y petizones para whisky.
2) Hierva 2 tazas de leche junto con ¾ de taza de azúcar, 150 gramos de chocolate cortado en trocitos y un poquitito así de bicarbonato de sodio.
3) Bata 6 yemas y agréguele de a poco la mezcla anterior.
4) Vuelva a poner todo en la cacerolita y revuelva continuamente sobre el fuego hasta que espese, pero sin que llegue a hervir. (¡si hierve, se corta!).
5) Retire del fuego y cuele enseguida en un recipiente frío (si deja la mezcla en la cacerolita, seguirá absorbiendo calor y correrá el riesgo de cortarse).
6) Entibie y perfume con esencia de vainilla.
7) Agréguele 200 gramos de crema de leche batida espesita (¡eh… tanto, no…!).
8) Vuelque en un molde y congele a frío máximo (¡o encárgueselo a la heladora que le regaló su marido!).
9) Si el helado se le convirtió en piedra, desmóldelo, córtelo en trocitos y licúelo.
Arme las copas así: en el fondo del vaso, una porción del helado; luego, una cucharada de pasas de uva sin semillas remojadas en whisky (écheselas junto con un chorro de whisky); sobre esto, una cucharada de dulce de leche espeso; sobre el dulce, otra porción de helado; sobre el helado, un chorro de salsa de chocolate; y sobre el chocolate ¡una lluvia de nueces molidas! (eso sí: el digestivo corre por su cuenta…).