No se trata de un sabor determinado, sino de una
mezcla de sabores logrados por una hábil combinación de condimentos entre los
que se encuentran la pimienta negra, el cilantro, la cúrcuma, las semillas de
alcaravea, el coriandro, el jengibre, el clavo de olor, el cardamomo, la canela
en polvo, etcétera.
Es el condimento básico de la cocina indostánica,
donde se lo conoce con el nombre de “garam masala”.
No existe una sola mezcla.
Cada marajá tenía su fórmula propia que guardaba en
el más completo misterio. Y cada ama de casa también tiene su secreta fórmula
que pasa de generación en generación.
Con el tiempo (y el colonialismo) la cocina inglesa
adoptó el condimento como propio y es muy probable que la mayoría de los curry
que andan sueltos por el mundo sean envasados… en Londres.
Existen “currys” más o menos picantes, según la
proporción de pimienta que posean. Su calidad depende de la calidad de las
especias que lo componen.
Dan a las salsas un fuerte color amarillo y un aroma
totalmente distinto al de la costumbre occidental.
Se usa preferentemente para sazonar aves, carnes,
pescados y mariscos. Y, por supuesto, verduras. No hay que olvidarse que gran
parte de la población de la India come solamente vegetales.
Los cocineros de la India suelen freír las especias
del curry para que larguen más su perfume.
Y ahora que le dí lo mejor que pude una explicación
detallada de este condimento (espero no haberla abrumado con tanto blá, blá, blá),
le cuento que aunque ignoremos qué mezcla de especias hizo el fabricante del
curry que compremos, nos animemos a incluirlo en la receta. ¿Qué si tiene más
cúrcuma que jengibre? ¡Qué importa! Antonio Porchia diría: “Te quiero como eres, pero no me digas cómo eres”.
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