Usted puede hacerlas en cualquier época del año (aunque tal vez sólo en diciembre podrá comprar 1 ó 2 paquetitos de almendras peladas…). Pero si recorta la masa en forma de estrellas y glasea las galletitas con azúcar o rodea la fuente donde las sirve con ramitas de cedro y algunos chirimbolos de esos que se usan para colgar del arbolito… ¿quién podría llamarlas de otro modo?
Estrellas de chocolate
- Ponga en una asadera, pizzera o cosa que se le parezca: 6 cucharadas gordas de harina común, extendiéndola bien y dórela en el horno (revuelva de vez en cuando).
- Una vez bien tostada la harina, vuélquela sobre la mesa, agréguele 3 cucharadas panzonas de azúcar, 3 igualmente barrigonas del cacao dulce más oscuro que encuentre en plaza y 70 gramos de manteca.
- Amase todo esto (no llevan huevo) con sus manitas y, si se quema, aproveche para cantar “Jingle Bells” de la manera más desafinada que pueda, como protesta disimulada hacia toda dominación extranjera.
- Una vez lograda una mezcla similar a arena húmeda de Quilmes mezclada con petróleo, aplástela con una espátula u hoja de cuchillo; o, simplemente, déle unos cachetazos hasta dejarla de 2 cm de espesor.
- Recorte con un cortapastas (¡y bueno!... ¡algo tiene que comprar!) en forma de estrella (quien dice estrella dice pinito, corazón, etc.) y, sin volverse histérica, desmolde la galletita (sin que se le desmorone) sobre una placa forrada con papel blanco enmantecado y enharinado (pueden ser hojas pautadas de Clarín…). Si alguna estrella se le viniera abajo, vuelva a amasarla e insista.
- Una vez utilizada toda la arena (perdón: ¡masa!), pinte delicadamente la superficie de cada estrella con clara de huevo (o yema… ¡bah!) ligeramente batida, espolvoree con azúcar molida y seque en el horno suave, por lo menos hasta que no se quemen.
- Retire, déjelas enfriar en la placa y despegue cuidadosamente con una espátula.
Bolitas de mazapán
- Compre 100 gramos de almendras peladas, sumérjalas 5 minutos en agua hirviendo, refrésquelas (o no, si es masoquista) y despréndales la piel marrón.
- Extiéndalas en una asadera y séquelas en horno mínimo (como si fuera ahorrativa), NO DEBEN DORARSE.
- Lícuelas y mida la cantidad obtenida por tazas.
- Vuelva a ponerlas en la licuadora y agrégueles, por cada taza, 2/3 de taza de azúcar impalpable.
- Vuelva a licuar hasta que todo se convierta en un polvillo infernal.
- Vuelque sobre la mesa, agregue 1 yema y amase con todas sus fuerzas.
- Haga bolitas y acomódelas sobre una placa enmantecada y enharinada y déjelas “orear” (como diría mi abuela) hasta el día siguiente. (Vigile que el gato no las descubra).
- Al día siguiente pínteles la superficie con yema de huevo batida con un poquitititito de leche o crema; y hornee a fuego suave, hasta que estén sequitos. Si no le salen, proteste a “AIDA” (o a mí… ¡bah!).
Triángulos sorpresa
- Róbele a la abuela pasas de ciruelas tiernizadas y descarozadas, o kinotos en almíbar o cerezas al marrasquino. ¡O compre dátiles, aunque sea una sola vez al año!
- Prepare un mazapán como indicamos para las “bolitas”.
- Haga una masa aplastando sobre la mesa 50 gramos de manteca con ralladura de limón, 1 yema, 2 cucharadas gordas de azúcar y la harina común que absorba. Debe quedar un bollo liso, que no se pegotee y que se pueda estirar con el palote. ¡Pero tierno!
- Extienda la masa sobre mesa bien enharinada, dejándola de 3 mm de espesor. Si anda flojita en matemáticas, déjela gruesa como una moneda de 100.
- Corte la masa en discos de un diámetro (el diámetro es la cintura de un círculo) mayor que el relleno que le va a poner. Rellene la ciruela descarozada o la cereza confitada, o lo que sea, con el mazapán preparado.
- Cierre el círculo del siguiente modo: primero una dos segmentos consecutivos de círculo como si fuera a armar un capuchón de fraile franciscano.
- Después levante la masa restante presionando con los bordes anteriores.
- Coloque las galletitas en una placa enmantecada y enharinada, y cocínelas en horno caliente, hasta que estén suavemente doradas.
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