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viernes, 30 de agosto de 2019

Dulce de tomates



Me divierte ver cómo mis bisnietas Felicitas y Catalina (8 y 5 años respectivamente) ayudan a su abuela a cocinar. Quieren cascar huevos, añadir harina, revolver y todas las cosas “permitidas” para esa edad, lejos de los fuegos de la cocina. Es lindo trabajar en familia. ¡Feliz de aquel que sabe trabajar “en equipo”! Solamente los genios trabajan en soledad y están dotados para alcanzar el éxito.

Pero cuando la meta que nos proponemos alcanzar es amplia y cuando los caminos que pueden llevarnos a ella son múltiples, es necesario que nos pertrechemos con todo el equipo necesario para no dar un solo paso en falso y poder llegar a la meta de la mejor manera posible. Para esto, la gente que nos acompañe en la aventura, además de estar capacitada para la tarea que juntos queramos acometer, deberá poseer una particular calidad humana. No podemos ser compañeros de ruta llenando la mochila con ambiciones personales.

Ultimamente han surgido muchos pequeños emprendimientos familiares. Todas las tareas son importantes. Así, aunando esfuerzos, algún día cosecharán los frutos del trabajo. ¿Y de quién será el mérito? De todos. Y de Dios, que es el Gran Hacedor. Y cada uno disfrutará de la felicidad de haber hecho lo suyo de la mejor manera posible.

“El pan más sabroso, la comida más grata, es la que se gana con el propio sudor” (Cantú). Póngase en campaña y sume hijos o nietos para aprovechar esos tomates un poco pasaditos y preparar entre todos un dulce especial para disfrutar a la hora del té.

Dulce de tomates

1. Ponga 2 kilos de tomates maduros en una cacerola, cúbralos con agua hirviendo y déjelos 1 minuto.

2. Escúrralos, pélelos y quíteles los cabitos.

3. Córtelos al medio, colóquelos por capas en una cacerola grande, alternando con 2 kilos de azúcar y rociando con jugo de limón cada capa.

4. Déjelos así hasta el día siguiente.

5. Haga hervir el dulce, revolviendo con cuchara de madera para que no se pegue y para deshacer bien los tomates.

6. Continúe la cocción a fuego vivo hasta que tome punto de mermelada.

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