Una tarta con personalidad…
¿Y qué es la personalidad en términos gastronómicos? Exactamente lo mismo que en términos humanos: la diferencia individual, que permite distinguir a una persona de otra. Con estas tartas sucede lo mismo: ¡no se parecen a ninguna! Al menos eso creo yo… “La más desesperante limitación del hombre, se llama yo”… (¡Buaaa!)
· Tarta ¡crack!
Una masa totalmente diferente de todas, pariente cercana del praliné, facilísima de hacer… ¡y especial para quemarse los deditos si no sigue esta vez paso a paso mis explicaciones! (Doy fe…)… ¡Anímese!... “El premio de una buena acción es el haberla hecho” (Hubbard).
INGREDIENTES
(para una tarta profunda así de chica – 13 cm de diámetro – como “precalentamiento” culinario para otras proezas…)
CUBIERTA
Azúcar, 100 gramos
Nueces molidas (¿leyó bien?: ¡molidas o licuadas, no en pedacitos!), 100 gramos
Pasas de uva “rubias” (sultanas), 2 cucharadas generosas
Aceite, para untar
RELLENO
Ricotta, 1 taza
Azúcar, cantidad necesaria
Jugo y ralladura de 1 limón
Gelatina en polvo sin sabor, 1 cucharada
Agua fría, ¼ de taza
Crema de leche, 100 gramos
Frutillas, ¼ kilo (se consiguen todo el año. Pero si viviera en Bernal, como yo… ¡confórmese con la fruta de la estación que consiga, cruda o hecha en compota!, o utilice frutillas envasadas al natural)
Gelatina de frutillas (comprada), semiespesa, unas cucharadas
Pistachos picados, 1 cucharada (yo, paso y ahorro)…
PREPARACIÓN
CUBIERTA
1. Unte con aceite una tartera o bol alto, de vidrio térmico y de 13 cm de diámetro y 6 cm de alto. De paso, unte con aceite también parte de la mesa y el palote de amasar… y, por supuesto, ¡sus manos!
2. Coloque en una sartén los 100g de azúcar, ponga sobre fuego fuerte y espere a que comience a fundirse (el azúcar, se entiende…). Revuelva continuamente con una cuchara hasta que se convierta en caramelo.
3. Aparte la sartencita del fuego y mézclele rápidamente las nueces molidas y las pasas.
4. Vierta el “pasticchio” sobre la mesa aceitada, aplástela un poco con el palote también aceitado y levántela con una espátula ancha (¿por qué no la aceitamos también?) para dejarla caer dentro del molde.
5. Enseguida, a velocidad cósmica, aplaste la pasta contra la tartera utilizando la parte convexa de una cuchara, a fin de dejarla finita y forrar con ella perfectamente el molde, como si se tratara de una masa. Pero como la cuchara no tiene sensibilidad de cocinera, termine el trabajo de esta forma: mójese sus deditos en agua fría y vaya presionándola “a pulmón” (lo del agua fría no es invento mío: es para proteger sus huellas digitales…). Y lo de la “velocidad” también tiene “su fundamento”: ¡porque esta pasta enseguida se enfría y endurece! ¿Listo? Resérvela mientras preparamos el relleno.
RELLENO Y FINAL FELIZ
1. Lave las frutillas, quíteles el cabito y córtelas por la mitad a lo largo. Colóquelas en un bol y espolvoréelas con 4 cucharadas de azúcar. Tape y déjelas reposar 1 hora.
2. Tamice la ricotta y agréguele el juguito que habrán soltado las frutillas, más el jugo y ralladura de limón, la gelatina remojada en el agua fría y disuelta a baño de María y la crema de leche. Pruebe y endulce a gusto con azúcar.
3. Despegue cuidadosamente los costados del molde forrado con la pasta de nueces y desmóldela. (Si algún pedacito del fondo se declarara en rebeldía… no se aflija). Apoye la tarta en la fuentecita o plato donde piensa servirla, despegue los pegotes que quedaron en el molde y rellene los agujeritos presionando bien. ¡Enseguida el remiendo será perfecto!
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