Me la solicitaron telefónicamente, con voz angustiada de telenovela venezolana: era un jueves… ¡y los invitados debían saborearla el sábado! Gracias a mi “orden mental” ese mismo jueves saque al azar una caja de mi biblioteca… ¡y aterrizó la receta sobre mi escritorio! Se hace así: sazone la “colita” con sal y pimienta y luego mécela en varios lugares con un picadillo de ajo y perejil. Dórela entonces en un poco de aceite bien caliente y agréguele todo esto: 2 cebollas picaditas, 2 hojas de laurel, 1 vaso de vino tinto, 50 gramos de manteca, 2 cubitos de caldo de verdura desmenuzados, 100 gramos de jamón crudo picadito y 1 vaso de agua. Así las cosas, haga hervir todo despacito con la cacerola tapada, echando de vez en cuando chorritos de caldo para mantener el volumen de la salsa. Cuando la carne esté bien tierna, agregue en la cacerola 2 cucharadas de conserva de tomate diluídas en un poco de agua. ¡Ahora sí que da gusto mojar el pan en la salsa! Deje hervir ahora la salsa con la cacerola destapada para que se espese. Sirva con una guarnición de budincitos de arroz. ¿Imaginó alguna vez salsa más sabrosa? “Lo que se ve puede perderse de vista; lo que se imagina se vive para siempre para toda la vida”. (Benavente) ¡Glup!
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