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domingo, 13 de julio de 2014

Hay formas y formas de hacer rosquitas...



Tantas como formas y formas de dar las ¡gracias! Unas salen chatas; otras exageradamente infladas; la mayoría, normales; y otras pocas, redondas. Estas salen como las “¡gracias!” que se dice automáticamente a cualquier vendedor cuando nos entrega el vuelto: ¡¡RETORCIDAS!! Pero caen tan livianitas y suaves como esas masitas secas que sólo existieron en la memoria de mi abuela. “No perdamos nada del pasado. Sólo con el pasado se forma el porvenir”. (ANATOLE FRANCE). ¿Qué esperamos para planear el futuro five o’clock tea? Ponga sobre la mesa 150 gramos de harina, 50 gramos de azúcar impalpable, 50 gramos de fécula de papas… y dos yemas duras. Ahora frote las yemas con dichos ingredientes hasta convertir todo en un granulado fino. Entonces agréguele 125 gramos de manteca, más un poco de esencia de vainilla y amase todo con el calor de sus manos hasta obtener una masa blanda que se pueda modular. Divida en pequeños bollitos y estire cada uno, como si estuviera haciendo ñoquis, en tiras de 20 cm. de largo. Y ahora déle cuerda a su imaginación: “Imaginar es crear. Lo de menos es ver las cosas fuera de nosotros, lo importante es sentirlas en nosotros”. (BENAVENTE). Doble cada tira de masa en dos y, con la palma de la mano, empújelas sobre la mesa haciéndoles dar tres vueltas carnero, de modo que queden retorcidas como un cordón. Luego una los extremos de cada cordón para darles forma de rosquitas, levántelas con mucho cuidado, apóyelas sobre las placas enmantecadas y enharinadas y cocínelas caliente, hasta que estén sequitas y apenas doradas. Toque final: retírelas del horno, mientras están calientes y espolvoréelas con azúcar impalpable. ¿Qué le parece?



 

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