Cuando estudiaba a Lope de Vega estaba convencida de
que “La amistad es el alma de las almas”. Desde que me escribe Juanita Hamze de
Raúl creo que la amistad es el arte de hacer cosas ricas, unidas al sentimiento
de generosidad de dármelas para que todos puedan saborearlas. ¿Quiere que le
cuente las últimas rosquitas que me enseñó a hacer? Vuelque sobre la mesa ½
paquete de harina leudante (½ kilo), haga un hueco en el centro y ponga en el ¼
de taza de aceite, ¼ de taza de leche, 50 gramos de manteca, 2 huevos, 1/3 de
taza de azúcar y 1 cucharada de anís en grano (y ralladura de limón, si le
gusta). Entonces una los ingredientes del centro con un tenedor y luego vaya
agregándole la harina sin amasar mucho, hasta obtener una masa blandita y no
tan lisita como otras. (Como tiene mucho aceite, aunque es blanda no se pega a
los dedos). Tome entonces pequeñas porciones, estírelas en bastoncitos y ciérrelas
en forma de rosquitas. Lo demás, como siempre, cocinar en horno, sobre chapas
enmantecadas hasta que estén secas y apenas doradas. Y cuando estén todas frías,
bañarlas en almíbar a punto de hilo fuerte, que batirá con batidor de alambre
hasta que empiece a azucararse (¿recuerda el procedimiento del “fudge”?).
Resultado: unas rosquitas hechas a la medida de nuestra amistad: ¡deliciosas! “Quien encuentra un amigo, encuentra un
tesoro”.
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