He probado “pollo al verdeo” en
diferentes restaurantes. Pero personalmente reconozco que soy un poco maniática:
cuando pido “verdeo”… quiero ver una pila de “colas verdes” en mi plato. Si usted
está enrolada en mis filas, sígame leyendo.
Si no… ¿sabe cuántas cocineras andan
sueltas por el mundo, para elegir? “El
que no quiere ser esclavo, no debe consentir en esclavizar a los otros” (A.
Lincoln). Corte un pollo en presas, (quítele o no la piel según su índice de
colesterol) y sazónelas con sal y pimienta. Entonces dórelas de ambos lados en
sólo 2
cucharadas de aceite bien caliente y escúrralas. Mientras tanto, corte las
colas de ½ kilo de cebollas de verdeo
(deseche las duras y regálele las cabezas a su vecina) y córtelas por la mitad
a lo largo. Sí: leyó bien: ¡Deben
parecer cintas largas! Agréguelas en la cacerola, donde frió el pollo, póngale la tapa y baje la llama al mínimo, para dar
tiempo a que la cebolla suelte el agua que contiene y ésta afloje el fondo de cocción. Recién entonces destape, raspe el
fondo de la cacerola con una cuchara (manía insoportable pero esencial para la formación
de la salsa) y agréguele 1 cubito de caldo de verduras, 1 taza de agua 1 ½ de
vino blanco. A los 5 minutos agregue en la cacerola las presas y deje cocinar
con la cacerola destapada hasta que la salsa espese y la señora de al lado se
entere de que está cocinando “pollo al
verdeo”. ¡Listo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario