¡Peras esperanzadas! ¿Que qué estoy diciendo? Peras verdes, verdísimas, de un verde casi fluorescente. ¿Me sigue?... Pele cuidadosamente 3 peras (aumente las cantidades de acuerdo con el número de comensales) dejándoles el cabito. Colóquelas, paraditas, en una cacerola. Vierta sobre ellas ½ taza de agua, 4 cucharadas de azúcar y ½ taza de licor de menta verde. Ponga a hervir. Pero ojo… ¿eh? En cuanto el licor se caliente… ¡incendio! Apáguelo con una tapa, baje la llama y deje hervir despacito hasta que las peras, por ósmosis (o por puro borrachitas… ¡bah!) absorban parte del licor y tomen un color verde tornasolado. Llegado a este punto, apague el fuego y deje enfriar las peras en su salsa. Yo las sirvo así: cubro el fondo de cada plato con almíbar verde, coloco en el centro una pera, adorno el plato con 3 frutillas enteras y sirvo, aparte, chocolate cobertura clarito derretido a baño de María. Única recomendación: Las peras, bien frías; y el chocolate, tibio. ¿Verdad que parece un postre muy elaborado? Estas peras – como algunos hombres – “se valoran no por lo que son, sino por lo que aparentan ser” (B. Litton). ¡Glup!
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