Y el momento también – para algunas dueñas de casa noveles – de aprender a limpiarlos, cocinarlos… ¡y comerlos! Los primeros en aparecer son los “espárragos verdes”: flaquitos, sí, pero casi totalmente comestibles. Luego vienen los “blancos” (con puntitas violáceas): son más gordos… y suaves, ¡pero tienen más desperdicio! (Cualesquiera de los dos, una excelente compra para resolver la “entrada” de cualquier menú.
FORMA DE LIMPIARLOS
· Si son espárragos verdes: ráspelos y deseche sólo la base de los tallos. Por lo general son tiernos de punta… ¡a rabo!
· Si son blancos: A partir de las puntas y hasta donde llegue el color… ráspelos como si fueran zanahorias, hasta la base. Luego córtelos de una misma medida: 12 a 15 cm. Los tallos sin punta, deséchelos. (En otras épocas con ellos hacía sopa crema. Pero actualmente la industria alimentaria de las sopas… ¡me pinchó el globo!).
FORMA DE COCINARLOS
· Lávelos bien (ojo con las puntas, que son quebradizas) y acomódelos en manojos, todos con las puntitas hacia un mismo lado. Átelos para que no naveguen por cuenta propia al hervir.
· Cúbralos con agua hirviendo, sazone con sal y hágalos hervir hasta que las puntas estén tiernas. Si se distrae… ¡se quedará con las ganas de comer espárragos!
FORMA DE SERVIRLOS
¿La más simple y rica? Hervidos, bien alineaditos en una fuente y complementados con alguna salsa rica, fría o caliente: desde mayonesa y sus derivados hasta un buen puré de tomates o de alguna otra verdura cocida, procesada y alivianada con crema. O las fórmulas que a continuación le sugerimos.
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