(“Tata”: así llamaban sus nietos a mamá. Y así he dado en bautizar yo, todas aquellas recetas que heredé de su inmenso amor por la cocina. La fórmula se la dedico hoy al hijo de Marta Milesi, poeta y amiga, que tantas veces me lo pidió… “Mejor tarde que nunca”, diría Tito Livio.
INGREDIENTES
Leche, 4 litros
Azúcar, 1 kilo (en aquellos tiempos mamá usaba exclusivamente “azúcar de refinería”. Ahora… ¿mejor dejémoslo así?)
Chaucha de vainilla, cortada en dos a lo largo, 1
La olla más alta que encuentre o le presten
Bicarbonato de sodio, 1 cucharadita
PREPARACION
- Ponga a hervir la leche en una cacerola. Cuélela a otra bien alta (así eliminamos las “impurezas” pegadas en el fondo).
- Agréguele el azúcar, la vainilla y el bicarbonato. Haga hervir. En cuanto hierva, por efecto del bicarbonato, el dulce de leche trepará desesperado por escaparse de la cacerola.
- Deje hervir siempre el dulce sobre fuego fuerte (siempre voy en contra de la corriente…) para evitar que se le forme “nata”.
- Cuando el dulce de leche tome color (color a dulce de leche) gracias al agregado del bicarbonato (que además se agrega para que la leche no se “corte”) comprobará que empieza a “planear bajito”… Es decir: comienza a espesar, no trepa más y las burbujas se vuelven chicas y apretaditas, señal de que está casi a punto…
- Cuando el dulce tome la consistencia de una “salsa blanca mediana” (pero con color de dulce de leche) y al revolver pueda espiarse el fondo de la cacerola… ¡listo! Pero no se olvide de este paso:
- Retire la cacerola del fuego y apóyela sobre un fuentón (o cosa parecida) que contenga agua fría y revuélvalo con cuchara de madera, hasta que se enfríe. Al enfriarse, espesará sin que se le forme nata y… ¡listo el dulce de leche!
NOTA: Siguiendo fielmente mis instrucciones el dulce nunca se “cortará”. Pero – Dios no lo quiera – si esto ocurriera… ¿sabe cuál es la solución? ¡Licuarlo o procesarlo! Ver para creer…
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