Así nomás, mezclado con partes iguales de manteca o crema de leche, el queso Roquefort es para mí un manjar. Más aún si lo apilo en tostaditas diminutas y las corono con una mitad de nuez. Pero son muchas las oportunidades que nos ofrece la cocina para convertirlo en ingrediente mágico y dar un toque de distinción al plato más simple. Hoy he seleccionado especialmente dos especialidades ideales para saborear en un camping. Por un lado, un pan sazonado y envuelto en papel de aluminio, para hacerle un lugarcito en la parrilla. Y por otro ‘ aprovechando que ahora se consiguen apios gigantescos blancos y tiernos – una “tarta” deliciosa para compartir con un buen vinito blanco nacional.
- Pan al Roquefort
1) Compre un pan alemán o francés grande… o si se anima: ¡una baguette! y córtelo en rodajas de 2 o 3 cm de ancho, sin separarlas de la base.
2) Derrita ahora 100 gramos de manteca, sazónela con sal y bastante pimienta y pinte con ella interiormente el pan.
3) Tamice aparte 50 gramos de queso tipo Roquefort y mézclelo con 100 gramos de crema de leche batida espesa (¡eh!... tanto no, que se le puede cortar…).
4) Unte con esta crema la cara interna de las tajadas de pan.
5) Intercale entre tajada y tajada una rodaja finita de cebolla.
6) Ate el pan con un piolín o sujételo con una brochette para que no se desarme.
7) Píntelo abundantemente por fuera con manteca derretida.
8) Envuélvalo apretado en papel aluminio.
9) Peléese con su marido para que le haga un lugarcito en la parrilla y acueste allí el pan, dándolo vuelta una vez hasta que el papel se dore en forma pareja.
10) Desenvuelva, separe las tajadas y sírvalas como si fueran - ¡y claro que lo son! – exquisitos canapés de Roquefort y cebolla.
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