Y el milagro se hizo. Recibí una atentísima y
diplomática carta firmada por SALIMI AKKAD de la colectividad libanesa, quien,
ante mi fórmula delirante, con mucha ternura se apresuró a enviarme su receta
heredada. ¿Y sabe una cosa? ¡Mucho más fácil de lo que yo imaginé! Esto me hizo
recordar una frase de AMIEL: “Hacer con
facilidad lo que es difícil para los demás: esto es el ingenio; hacer lo que es
imposible para las personas de ingenio: esto es el genio”… SALIMI, además
de generosa e ingeniosa, ¡resultó genial! Intente usted buscar la receta de pan
árabe en tantos recetarios que andan sueltos por el mundo: no la encontrará. En
cambio pida ayuda a un público generoso, y ¡aunque sea UNA EN UN MILLÓN, le
tirarán un salvavidas! Confieso que al leer la receta que me mandó SALIMI pensé
que era imposible que unas simples tortitas de levadura pudieran inflarse sin
miga y dar por resultado el famoso pan árabe. Pero la ensayé y reconozco que la
receta es exacta. Disuelva 25 gramos de levadura de cerveza en un vaso de agua
tibia junto con 1 cucharadita de azúcar; luego déjela en sitio tibio hasta que
se convierta en una espuma. Entonces, vuelque sobre la mesa ½ kilo de harina
común, haga un hueco en el centro y ponga allí la levadura fermentada, más sal a
gusto. Luego amase agregando de a poco agua tibia en cantidad necesaria para
formar un bollo. Entonces, sí: piense en Irak y en Irán y amáselo sobre la mesa
con toda la bronca posible, hasta que la masa se ponga lisita y elástica. (“Toda guerra de liberación es sagrada; toda
guerra de opresión es maldita” LACORDAIRE). Una vez bien lisa la masa, déle
forma de rollo grueso y córtela en tajadas. Luego, con el palote, amase cada
tajada dándole forma de galletas de ½ cm de espesor. Y acomódelas sobre una
mesa donde habrá volcado cantidades industriales de harina. De otro modo se
pegarán, ¡y adiós resultado! Así las cosas, tápelas con papel y deje que se
hinchen bien. Mientras tanto, en lugar de irse a dormir la siesta o intentar
entender poesía moderna ininteligible, sueñe la verdad de algún poeta que ha
dejado huellas. ¿Listo? Ahora aprenda el “top-secret” para que los panes árabes
no le fallen: una vez bien hinchaditos – me explica SALIMI – levántelos
cuidadosamente de las orillitas sin
apretarles la panza. Así, colóquelos sobre placas limpias y cocínelos hasta
que estén sequitos pero tiernos y pálidos. Cuando los pruebe, comprobará que la
masa, milagrosamente, estará separada en dos capas, sin nada de miga. ¿Qué por
qué sucede esto si la masa, aparentemente, es igual a la de cualquier pan? ¡Que
otro árabe o libanés me lo explique! “Feliz
aquel que aprende a ser prudente a expensas de los demás” (ARIOSTO).
No hay comentarios:
Publicar un comentario