¿Vamos a olvidarnos por un momento que
nos puede leer algún académico (¿por qué no?) y usamos la palabra “pionero” con
todo el valor humano que se merece? Claro que más correcto sería decir:
“profeta”, “vidente”, “anunciador”… Pero “pionero” me suena más lindo: ¡abridor
de caminos! El primero. El primero en tener coraje para dar el primer paso,
luchar solo, y abrir nuevos horizontes para que los que vengan detrás puedan
transitar tranquilos y seguros. Y tal vez aquellos recibir las críticas. Y tal
vez estos cosechar los aplausos. ¿Sabe por qué le cuento esto? Porque recién
ahora conozco de cerca a doña Petrona C. de Gandulfo, pionera en nuestro país,
de una profesión durante muchos años relegada. No sé cuántos best-sellers de
temas prácticos puede haber en el mundo. Pero el “libro gordo de doña Petrona” está
próximo ya a la edición Nº70. ¿Existe, acaso, alguna fórmula para alcanzar el
éxito? Sólo puedo contarles lo que para mí ha sido un ejemplo: trabajar,
trabajar y trabajar. Más de diez horas diarias escribiendo, corrigiendo,
creando, y un afán constante de perfeccionamiento. Pero, lo más importante: una
generosidad sin límites para todo aquel que llega hasta ella y quiere saber más.
Lo que me reste decir, que lo diga alguien más importante que yo: “Arte bello es aquel en que la mano, la
cabeza y el corazón marchan juntos” (RUSKIN).
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