En la cocina,
como en la Vida, (¡perdón, románticos del mundo entero!), es imposible hacer
dos veces la misma cosa y encontrarle el mismo sabor. Pero aunque la noticia le
llegue con retraso, le aseguro que el sabor de este pan dulce, producción 1974,
usted podrá reeditarlo hasta el año 2000. Siempre, claro está, que tenga a mano
un ingeniero agrónomo suficientemente influyente como para que le consiga una
cucharadita de cardamomo. ¿Qué de qué se trata? Vaya, como yo, a una buena
enciclopedia y jamás se enterará: “fruto
de plantas de la familia de las cingiberáceas y género Amomum”… (!) ¿Para mí?
Un condimento que bien podría venderse en cualquier perfumería con aroma
oriental. Por si alguna vez tiene la suerte de encontrarse en la vida con un
ingeniero agrónomo como el que le conté, ahí va la receta. Eso sí: olvídese
para siempre que en Europa, allá por 1888, cuando se comía pan dulce de verdad
sólo se preparaba con harina traída de Hungría. “El tiempo es como un gran velo suspendido delante de la eternidad,
como para ocultárnosla”. (TERTULIANO). Bata 200 gramos de manteca con ½
taza de azúcar y, cuando esté hecha una crema, agréguele 1 huevo entero y 1
yema, batidos, y 1 cucharadita de cardamomo. Aparte, disuelva 30 gramos de
levadura de cerveza en ½ taza de leche y 1/3 de taza de azúcar. Y cuando la
superficie parezca hidrófoba, mézclela al batido de manteca alternando con la
harina cualunque que absorba, hasta formar una masa blanda y elástica, que no
se pegue ni a las manos ni al bol. ¿Listo? Vuélquela entonces sobre la mesada y
castíguela sin piedad con los puños, hasta que haga globitos y parezca una masa
de pan dulce de verdad. (“La verdad es
la estrella sin la cual el alma humana no es
más que noche”. HUGO). Ahora proceda como cualquier receta: tape el
bol y deje levar en lugar templado por lo menos 3 horas, hasta que doble su
volumen. Luego amase con la fruta seca y abrillantada que se le antoje (¿½ taza
de cada una?), después divida en dos bollos, deles forma redonda, hágales en la
superficie un tajo en forma de triángulo (con hojita de afeitar cero kilometro)
y vuelva a dejar levar sobre placas enmantecadas y enharinadas. Final feliz:
pintar suavemente con yema batida y hornear con fuego suave primero y caliente
después, hasta que realmente parezca un pan dulce de confitería del siglo pasado.
¡Y aguántese hasta que esté frío para probarlo! ¿Vio que valía la pena
encontrar el ingeniero y el cardamomo? (“Consuélate,
no me buscarías si no me hubieras hallado ya”. PASCAL)
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