Yo no sé si cuando se publique esta
receta seguirá usted coqueteándole al almacenero para que le venda de
contrabando azúcar blanca. Pero, como reserva moral para salvar su alma, creo
que esta fórmula le vendrá de perillas: sólo
lleva azúcar negra más los ingredientes necesarios como para, con poco gasto, hacer en un momento
unas masitas deliciosas. ¿Qué espera para hacerlas? (“El entusiasmo es la
imaginación a 40°”). Bata 6 cucharadas de azúcar negra con 5 cucharadas de
manteca y 2 cucharadas de agua fría hasta obtener una crema. Entonces agréguele
1 huevo, siga batiendo, e incorpórele: 150 gramos de harina tamizada con 1
cucharadita de polvo para hornear. Cuando todo esté listo extiéndalo sobre una
placa enmantecada y enharinada, dándole forma rectangular (lo más parejito
posible, dejándolo de ½ cm de espesor. O un poco más, si le gustan las masitas más
gordas). Entonces cocine en horno caliente hasta que la superficie este sequita
(más o menos 15 minutos). Final feliz: recorte los costados para emparejar el
rectángulo (y, de paso, aproveche para probar por anticipado). ¿Vio qué
delicia? Luego corte el resto en cuadrados y, si tiene ganas, una vez fríos
úntelos con una capa finita de glasé real o decórelas con el cartuchito como
quiera. ¿Qué cómo se llama este descubrimiento fabuloso? “Janhagel”. ¿Y vio qué
económicas? “Las buenas reputaciones
están hechas con nada”. (WILDE).
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