En la larga lista de comiditas que tenemos ensayadas para hacer, cosas ricas sin perder tiempo, seleccionamos estas que no debe conocerlas ni el ratón más avezado. Es como si comieras milanesas increíbles. Te damos dos fórmulas para que luego elijas la que prefieras.
PALITOS CROCANTES
1. Corta tajadas de queso fresco (que no sea mantecoso) de medio centímetro
de espesor y luego divídelas en palitos (si salen muy largos, cortálos por la
mitad).
2. Revuelca cada palito de queso por harina, como si
estuvieras empolvando la cola del hermanito.
3. Sumérgelos en huevo batido, como cuando mamá hace
milanesas.
4. Secálos y revuélcalos esta vez por pan rallado.
5. Fríelos en aceite muy caliente. Eso sí… apenas
estén dorados de un lado, dálos vuelta enseguida para que se doren del otro
(apenas unos segundos) y escúrrelos antes de
que el queso reclame su libertad. (Un consejo: dejálos enfriar un
poquito antes de probarlos.)
VIGILANTITOS
6. Corta el queso fresco (o similar) en tajadas de
tres centímetros de ancho. Divide en cubos y ahueca el centro de cada uno,
cuidadosamente, con un cuchillito de punta. (Lo que sacas puedes comértelo. Lo
tienes bien ganado…).
7. Rellena el hueco de cada cubo con un trocito de
dulce de membrillo, luego…
8… fríelos como hiciste con los palitos, es decir,
rebozándolos primero en harina, luego en huevo y finalmente en pan rallado,
para zambullirlos en aceite caliente hasta que se doren. ¡Y cuidadito con
quemarse!
Seguro,
seguro que papá, mamá y los hermanitos se los comen antes de que lleguen a la
mesa.
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