Son el salvavidas del menú cotidiano. Además, un buen pretexto para alejarse del horno y aceptar la sabiduría popular: ¡Al freír será el reír!...
- Ponga en un bol 250 gramos de harina.
- Haga un hueco en el centro y coloque allí ½ cucharadita de sal, 1 cucharada de aceite, 1 cucharada de vinagre, 2 yemas y 4 cucharadas de queso.
- Bata mientras le agrega leche en cantidad necesaria, como para formar un engrudo espeso (eh ¡¡¡¡tanto, noooo!!!!).
- Bata 2 claras a nieve y agrégueselas a la preparación anterior, uniendo suavemente.
- Tome una cucharada de la pasta, hunda en ella un trozo de queso fresco y échelo a nadar en abundante aceite bien caliente. No tema que el queso se escape…
- Haga del mismo modo el resto de los buñuelos. Cuando estén bien doraditos de una lado, délos vuelta y dórelos del otro.
- Escúrralos sobre papel absorbente y sirva bien calientes.
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