¿Entramos en la cocina para torcerle el destino a esos pobres filetes de merluza condenados a “romana perpetua”? Sazónelos a gusto, extiéndalos sobre la mesa, cúbralos con una buena capa de atún al natural (escurrido), pínteles los bordes con clara batida y enróllelos. Ahora envuélvalos por separado, apretaditos en papel aluminio, selle bien los bordes y haga hervir los paquetes 20 minutos en agua. Escúrralos, prénselos ligeramente y enfríelos en la heladera; y recién entonces desenvuélvalos, córtelos en rodajas y sírvalos sobre discos de pan tostado untados con mayonesa de claras (u otra, a gusto). ¡De la ensalada ocúpese usted! ¿Que qué dirá a todo esto la merluza? Escuchemos: “Seré rica si puedo conservar mi buen nombre” (Plauto) ¡Glup!
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