Casque el huevo en un platito. Ponga en una cacerola abundante agua con sal y un chorrito de vinagre. Cuando el agua rompa el hervor, hunda en el centro una cuchara , hágala girar formando un remolino ...¡y deslice el huevo en el centro! Baje el fuego y deje hervir despacito, salseándo con una cuchara para que la clara no se dispare y envuelva totalmente la yema. Apenas la clara se ponga opaca, escurra el huevo y sumérjalo en un recipiente con agua fría para interrumpir la cocción. Vuelva a escurrirlo sobre un repasador... ¡y a la mesa!
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