¡Al fin encontré lo que usted quería! El intento de unas galletitas oscuras de miel y azúcar negro, duras como baldosas, parecidísimas a las que mi abuela Mamaía hundía en su vaso de leche fría que tomaba a la tarde, sentada en su sillón de mimbre, en el patio emparrado de Pueyrredón y Paraguay… ¿Quién dijo esta verdad? “El tiempo es un ángel; no hagas de él un historiador”… ¡A cocinar!
1) Mezcle 2 cucharadotas panzonas de azúcar negro con otras 2 cucharadotas de azúcar molido blanco, 1 huevo entero y 50 gramos de manteca.
2) Cuando todo esté convertido en una pasta, únale 1 taza de harina común, tamizada con 1 cucharadita al ras de bicarbonato de sodio.
3) Amase hasta que el bollo este lisito. Entonces estírelo dejándolo de un poco menos de ½ cm de espesor, corte en rectángulos y hornéelos hasta que estén sequitos. (¡Qué no se le quemen!)
4) Levántelos con espátula y déjelos enfriar sobre una superficie plana. Al enfriarse, se endurecen. ¿Vio cómo la cocina también es un medio de transporte milagroso para saborear dulcemente el pasado?
Versión 2:
Mientras… ¿inventamos esas galletitas parecidas a azulejos marrones, parecidísimas a las que mi abuela hundía en su vaso de leche? Mezcle 2 cucharadotas panzonas de azúcar negro con otras dos de azúcar molido, 1 huevo entero, 50 gramos de manteca, 1 taza de harina común y 1 cucharadita (al ras) de bicarbonato. Cuando el bollo esté liso, estírelo, corte en rectángulos y hornéelos hasta que estén sequitos (al enfriarse se endurecen). ¿Vio cómo la cocina también es un medio de transporte milagroso para saborear dulcemente el pasado?
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