Si usted va a un restaurante con 16 tenedores, posiblemente después de la entrada le sirvan una porción miserable de “sherbet” de limón (“sorbete” diría mi abuela, la bien hablada) a fin de “aclarar” el paladar para los platos siguientes. ¿Qué quiere que le diga… Yo prefiero “aclararlo” con un buen torrontés de Nacari y reservarme el “sherbet” como postre. Si lo hace con edulcorante en lugar de azúcar… ¿sabe qué gratificación fabulosa será para los que están a régimen o no quieren engordar? Esta vez, lo hice de frutillas.
1) Lave ¼ kilo de frutillas y recién después, quíteles el cabito. Pártalas por la mitad o en cuartos.
2) Ponga en una cacerolita 1 taza de agua y, cuando hierva, agregue las frutillas. Deje hervir un rato, hasta que las frutillas contagien su sabor al agua.
3) Espese todo con 2 cucharaditas de maicena disuelta en agua fría. Retire y enfríe.
4) Licue todo sin deshacer demasiado las frutillas, endulce a gusto con edulcorante líquido y mézclele 2 claras batidas a nieve.
5) Vuelque en un recipiente y ponga en el congelador hasta que este hecho piedra. No llore.
6) Desmolde la piedra de frutillas, córtela en trocitos (¡use el martillo si fuera necesario!) y póngalos en el vaso de la licuadora o procesadora. Licue o procese hasta que todo se convierta en un cremoso helado de agua.
7) Sirva en copas, adornando cada una con una frutilla; y como si no le hubiera costado nada hacerlo…
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